Esta bodega representa un pedazo de la historia del vino en nuestro país. Sus orígenes se remontan a 1879, aunque la Compañía Vinícola del Norte de España como tal fue fundada unos años más tarde. Dos hermanos bilbaínos, Eusebio y Raimundo Real de Asúa, fueron los impulsores y partícipes mayoritarios de la sociedad original, en la que intervinieron también el logroñés Isidro Corcuera y varios socios de Haro.
Las instalaciones actuales son el resultado de una sucesión de ampliaciones llevadas a cabo en torno a los primitivos edificios del Barrio de la Estación de Haro. Un complejo heterogéneo de naves de elaboración, crianza y almacenaje, que evidencia el progresivo aumento de producción de la empresa y que conforma una de las bodegas de mayor tamaño de la Denominación de Origen Calificada Rioja.
Las visitas guiadas se circunscriben, sin embargo, al cogollo original de la bodega, bautizado como la "aldea del vino" por sus responsables. Se trata de un conjunto de edificaciones típicas de la arquitectura bodeguera del siglo XIX, agrupadas en torno a un patio con un jardín. En un rincón, la antigua casa de los propietarios, y adosada a ella, una hilera de pabellones de piedra de una sola planta, con paredes encaladas, tejados a dos aguas y soportales de teja, sostenidos por columnas y vigas de madera. De una de estas vigas cuelgan todavía un gong de hierro y un martillo que se utilizan para anunciar el final de la jornada.
El pabellón más antiguo conserva su sistema de alumbrado eléctrico original, que fue uno de los primeros de España. Consiste en dos cables de cobre que cruzan la nave de pared a pared. Sobre ellos se desliza una especie de percha corredera con dos pletinas metálicas que hacen contacto con el cobre. Las bombillas están situadas en el mango que sive para deslizar el artilugio, de tal modo que éste puede ser conducido de un extremo a otro de la nave en función de la zona que se desea iluminar. En este pabellón se ha instalado la recepción de visitas, una enotienda y un espacio para catas.
A la entrada del pabellón contiguo, bajo los soportales, puede verse una máquina pasteurizadora Malvoisin de finales del siglo XIX, que en su momento fue adquirida por la bodega como una innovación tecnológica para esterilizar el vino.
Uno de los puntos más interesantes de la visita es la nave Eiffel, obra del estudio de diseño del célebre ingeniero francés. Se trata de un pabellón de ochocientos metros cuadrados, muy amplio para la época, que carece de columnas para aprovechar al máximo el espacio. Una estructura de cerchas y barras de hierro traslada el peso del techo a los muros, construidos en mampostería de piedra de gran grosor. La obra tardó casi veinte años en ser completada, desde 1890 hasta 1909, y ha sido restaurada en 2007. Hoy mantiene unas condiciones óptimas de frescor de manera natural, y es utlizada para la crianza en barrica de los vinos marca Imperial.
La nave adyacente es posterior y contiene unos enormes depósitos de hormigón en los que se lleva a cabo la fermentación maloláctica de los vinos de crianza. A continuación se visita el botellero, y por último el “cementerio” histórico de la bodega, de considerables dimensiones, donde se conservan vinos de todas las añadas desde 1888. Las botellas más antiguas están protegidas por una verja de hierro cubierta de moho. La llave que la abría fue arrojada al río en un acto simbólico en 1979.
La visita a este santuario enológico concluye en la vinoteca con la degustación de dos de los vinos más populares de la compañía: un Monopole (la marca de vino blanco más antigua de España, creada en 1915) y un Cune tinto crianza.